El artículo que aquí se presenta se publicó en el periódico suizo NZZ el 26 de octubre de 2021. El texto originalmente se presentó en alemán, escrito por Laure Nashed. Fue traducido al español por Michelle Galker y Berenice Estada, ambas miembros de FundarqMX y por la arquitecta Ana Valentina Sánchez.
Durante medio siglo, la población marginal estuvo desatendida: A través de millares de proyectos, la arquitectura, se supone, traerá un futuro mejor.
Las producciones cinematográficas norteamericanas nunca pierden la oportunidad de mostrar al mundo los problemas de sus vecinos mexicanos, como el narcotráfico, la guerra contra las drogas, la violencia o la pobreza. Las revistas internacionales de arquitectura, por otro lado, transmiten la imagen totalmente opuesta: villas impresionantes y atmosféricas diseñadas por arquitectos de renombre. Esto muestra un México magnífico: predominantemente, los edificios se presentan con su mejor cara.
Pero estas obras maestras son parte de un grave problema en México: la extrema desigualdad social. Durante décadas, los arquitectos diseñaron solamente para los más ricos, pero recientemente ha surgido un espíritu de cambio, y una nueva generación se dedica a la tarea de crear espacios dignos para los grupos sociales más vulnerables.
El espacio público negado
Durante el apogeo de la arquitectura pública a mediados del siglo XX, los arquitectos mexicanos construyeron hospitales, escuelas, bibliotecas y otros edificios públicos. Sin embargo, los proyectos sociales y públicos disminuyeron a partir de la década de 1970. Después de las violentas represiones estudiantiles en la Ciudad de México en 1968, el gobierno se centró cada vez más en la élite del país.
Se limitó la construcción de viviendas o edificios sociales de buena calidad. La infraestructura necesaria fue gestionada por funcionarios públicos, en su mayoría bajo una gran presión de tiempo, costo, y sin ningún enfoque o sensibilidad por la dinámica social. Y de vez en cuando, algunos arquitectos renombrados realizaron proyectos icónicos en barrios exclusivos, pero que benefician solo a ciertas minorías.
Mientras que los políticos y arquitectos se centraron en la prosperidad durante medio siglo, el crecimiento descontrolado de las ciudades y, por tanto, la falta de infraestructura básica aumentó drásticamente en el mismo período. Según estadísticas mexicanas, más del cuarenta por ciento de la población ha vivido por debajo del promedio nacional de pobreza durante dos décadas. A pesar de ello, no se ha prestado la debida atención a las zonas y sectores en esta condición.
Transformación súbita del país
Un gran terremoto en 2017 evidenció la brecha entre ricos y pobres. Con la profunda certeza de que la población vulnerable, no sería apoyada lo suficientemente desde el ámbito político, dentro de la escena arquitectónica, surgió una presión colectiva para la reconstrucción y apoyo a las zonas afectadas. Poco después del terremoto alrededor de 400 arquitectos se unieron al movimiento “Reconstruir México” para construir viviendas y algunos edificios públicos en comunidades rurales afectadas durante el terremoto.
En lugar de diseñar para los más ricos del país, los arquitectos ahora también planifican para los más pobres, en muchos casos de forma voluntaria. Pero este compromiso con la comunidad no duró para muchos de los arquitectos involucrados.
Después de ser elegido en 2018, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO para abreviar) quiere transformar decisivamente al país en crisis, durante su mandato de seis años. Afirma, que entre las construcciones más importantes para revolucionar a México, desde el histórico cambio a la izquierda, se encuentran: un nuevo aeropuerto internacional, la construcción de una línea de tren turístico, la edificación de una refinería y más de mil proyectos nuevos de infraestructura pública. El dinero para su llamada “cuarta transformación del país” (4T) provendrá de los recortes masivos en educación y cultura, salariales y de personal en el sector gubernamental, y la reducción de la corrupción.
Hoy, a AMLO le quedan tres años para culminar sus megalómanos planes. Para marzo de 2022, es decir, en un impensable tiempo récord, se habría terminado el gigantesco nuevo aeropuerto a 45 kilómetros del centro histórico de la capital. Los renders muestran mucho acero, vidrio y ausencia de originalidad. Varios de los proyectos y las acciones del presidente son muy controversiales, y desde empresarios adinerados hasta taxistas, se quejan actualmente. Pero al menos los arquitectos están de acuerdo en un punto: ya es hora de desarrollar proyectos de edificios públicos.
Casi 800 proyectos de construcción en tres años
Ya se han llevado a cabo 762 proyectos denominados «arquitectura social» a lo largo del país en tres años, a pesar de las dificultades por la pandemia, principalmente en las regiones más pobres y violentas. Es decir, donde los gobiernos anteriores descuidaron al pueblo, pero también donde la participación en las últimas elecciones fue baja.
Se depositan grandes expectativas en la arquitectura, ya que se ha descrito como «un instrumento de cambio social» en documentos oficiales de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano SEDATU. La voluntad de cambio y el convencimiento de que el diseño puede conducir realmente a una mejora en la calidad de vida de la población también compartida por los arquitectos implicados.
La planificación de los mercados cubiertos, centros comunitarios, parques, y alumbrado público se asignó por adjudicación directa. La SEDATU justifica el encargo directo con los tiempos cortos de entrega bajo los cuales no son posibles los concursos de arquitectura. A pesar de lo deseable e importante que serían los concursos para la calidad y el discurso en México, las autoridades mexicanas carecen de experiencia en la gestión de los mismos.
Estos proyectos arquitectónicos se crean bajo una enorme presión de tiempo, a menudo con documentación insuficiente y en regiones a veces peligrosas para los involucrados en la construcción. Pese a estas condiciones extremadamente difíciles, se crea una variedad impresionante de proyectos, por manos de arquitectos mexicanos. Algunos son más y otros menos sensibles a las necesidades de las personas y el entorno, tal como se vio reflejado en la reconstrucción tras el terremoto de 2017.
Cuestionando el futuro
Las formas geométricas llamativas, los tonos rojizos y el uso de tierra, están de moda actualmente, aunque esto puede cambiar rápidamente en México. En el contexto de esta revitalización de lugares abandonados, puede tener mucho sentido producir hitos icónicos con los que la población se identifique. Sin embargo, debido a la falta de experiencia en proyectos de obra pública, estas propuestas pueden carecer de consciencia sobre el mantenimiento de la infraestructura, que debe ser el mínimo y lo más sencillo posible. Si se eligen los materiales o el diseño inadecuados, el edificio puede convertirse pronto en una ruina.
Como suele ocurrir en México, hay muchas preguntas sobre la viabilidad a futuro. Es posible que el próximo gobierno en tres años ni siquiera se preocupe de la arquitectura pública. Y sin programas políticos adecuados, carencia de responsabilidad social y sin un colegio de arquitectos capaz de actuar, los arquitectos volverán quizá a trabajar únicamente para los más ricos. Solo el tiempo dirá si la acelerada transformación arquitectónica de AMLO puede ser realmente un motor para un cambio a largo plazo y qué imagen de México surgirá de ella.
Sección del periódico NZZ del 26 de octubre de 2021 donde se compartió el texto bajo el título "Mexiko baut wieder für die Armen" Disponible en https://www.laurenashed.com/deutsch-post/journalismus-verlagswesen/mexiko-baut-nzz/
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