En la Ciudad de México existen más de 200 zonas patrimoniales con arquitectura desde la época prehispánica hasta ejemplos del siglo XX, que ameritan un tratamiento cuidadoso.
No hay como el poder que una cultura puede manifestar al sentirse orgullosa de ser lo que es y de valorar lo que tiene, ahí radica un poco de la felicidad cotidiana.
El patrimonio arquitectónico es en gran parte lo que nos ha definido como humanidad y como cultura, es lo que nos da arraigo e identidad. Cada persona tiene sus edificios, sus casas, sus calles, sus árboles, sus montañas, sus ríos para reconfortarse. Nos confortan por su belleza, por conocidos, por emociones ocultas, porque nos vieron nacer o porque nos han acogido en nuestra vida. Como dijo Borges, es “la confianza que nos infunden los lugares conocidos”.
La Ciudad de México, como fenómeno urbano por su extensión, lo es también por su poderío, por su grandeza, por sus palacios, por su paisaje, por su ubicación, por su transformación y por las numerosas edificaciones que visten sus calles. Son éstas las que sin palabras nos dicen todo. Nos hablan de nuestro pasado, de nuestra ideología, de la economía, del poder, de la sociedad, de sus deseos en el tiempo.
Podríamos “leer” nuestra historia conociendo nuestro patrimonio construido. Además de las actividades que se realizan al interior de estos recintos ¿qué atrae a la gente de venir a “ver” la ciudad? Creo que es su todo, sus calzadas, sus edificios, sus casas y los usos que estos tienen; su unicidad.
Nuestra ciudad tiene un potencial inmenso en la gran cantidad de patrimonio que alberga, sin embargo comparado con el número de predios e inmuebles de toda la ciudad, el porcentaje se vuelve ridículamente mínimo; menos del 0.001% del total, y aun así, con esa escasez, el patrimonio arquitectónico y paisajístico está siendo constante demolido o intervenido en muchos casos de maneras desafortunadas, en vertientes que van entre la gente que ignora su valor.
La gente que cree que tenemos tanto patrimonio, que una casa menos, es tan sólo “una casa menos”; o los que no tienen la capacidad estética, histórica y proyectual de intervenir un edificio existente con una nueva obra. Los casos afortunados son contados. Cada edificación patrimonial o paisaje que se destruye difícilmente podrá recuperarse, son “bienes no renovables”; perdemos lo más valioso por lo menos.
En la Ciudad de México existen más de 200 zonas patrimoniales con arquitectura desde la época prehispánica hasta fantásticos ejemplos del siglo XX, que ameritan un tratamiento cuidadoso, que ni siquiera los Planes Parciales de Desarrollo Urbano han logrado integrar favorablemente el tema patrimonial en favor de un futuro desarrollo armónico de estas zonas.
De esta manera, los planes de desarrollo urbano, la normatividad, la catalogación, los criterios normativos y de diseño, la tendencia de intervención actual no han logrado un equilibrio entre su conservación y el progreso, así es que hay todo un terreno por explorar y mejorar las condiciones.
La Procuraduría Ambiental de Ordenamiento Territorial (PAOT) y Fomento Universal para la Difusión Arquitectónica de México (FUNDARQMX) han armado un interesante programa para “hablar del patrimonio”, en la búsqueda de propuestas de lo que podemos hacer hacia adelante para preservar de mejor manera el patrimonio de nuestra ciudad. Sabemos cuál es la situación actual del patrimonio y la tendencia, pero queremos pensar que a partir de éste foro surjan posibilidades reales de cambio. Que la sociedad lo reconozca como un tema a tratar, será ya un buen comienzo.
Escrito por: María Bustamante, quien es arquitecta por la Universidad Iberoamericana y la Architectural Association, Presidente de FUNDARQMX, Vicepresidenta de la Fundación de ArquitecturaTapatía Luis Barragán y Cronista de la Delegación Miguel Hidalgo.
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