La ciudad que se hace y se deshace
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Memoria del ciclo Otras Arquitecturas en la sesión Arquitectura Efímera
Por: Adriana Pamela García Monroy
Durante el fin de semana visité una de las tantas galerías que han ido emergiendo en el corazón de la colonia Roma. Era la primera exhibición individual de un fotógrafo cuyo quehacer artístico se avoca a la ciudad y al paisaje urbano que nos rodea; por lo que vi, intuyo que particularmente a los cuerpos que habitan la Ciudad de México. Después de observar distintas tomas en las que se mostraban rostros, manos, pechos y espaldas, llegué a un muro donde había dos imágenes sin cuerpos humanos: la primera era completamente verde, con distintos matices; la segunda estaba dividida por una línea diagonal: un lado azul y otro amarillo, ambos colores cocidos. No se veían cuerpos, pero inmediatamente escuché sonidos: “¿Cuánto va a llevar?”, “Le falta un jitomate para el kilo”, “¿Hoy qué le voy a dar, güera?”, “¿No se lleva un kilo de uvas?”, mientras al fondo se escuchaba música, chicharrón hirviendo y una multitud pasando. Eran las lonas de un tianguis.
Miércoles 19 de noviembre, en algún lugar del Centro Histórico. El arquitecto Felipe Leal abrió la sesión Arquitectura Efímera del ciclo Otras Arquitecturas, presentando un amplio panorama de contextualización sobre la historia del surgimiento de los pabellones y, con ello, una serie de preguntas que acompañarían el resto de la sesión, permitiendo obtener distintos puntos de vista. La arquitectura es un medio que posibilita las condiciones para tener una experiencia estética a través de la transformación del espacio, pues con ello también se transforma la vivencia de las personas. Algunos de los ejemplos que dio el arquitecto para introducirnos fueron el Serpentine Gallery Pavilion, la Paper Log House, el pabellón suizo realizado por Peter Zumthor, Pink Project, entre otros. Todos con el propósito de mostrar cómo estos ejemplos pueden representar la resolución de desafíos: el tiempo, los materiales, la sustentabilidad, la adaptación con el entorno o la durabilidad.
Pabellón viene del latín papillon, que quiere decir mariposa, un ser que a través de distintas etapas se transforma velozmente en otro capaz de adaptarse a su entorno y sus nuevas necesidades. Estos pabellones, por sus cualidades, suelen ser innovadores, ya que cuentan con características como la relación con su comunidad más próxima, su interacción con el público y algo que no siempre se considera al hacer otro tipo de arquitectura: su reversibilidad. El cómo se arma es labor de las personas arquitectas, pero el cómo se desarma es labor de las personas creativas.
La segunda intervención fue realizada por el arquitecto Axel Araño, quien introdujo la arquitectura efímera a través del pensamiento: “La idea puede ser más perdurable que la materia”, guiando desde esa premisa el resto de su exposición. La creación de este tipo de arquitectura permite experimentar y explorar nuevas formas constructivas, comprendiendo los pabellones como una práctica.
Uno de los ejemplos más cotidianos de nuestra realidad citadina son los tianguis. El arquitecto los abordó entendiéndolos como un cuerpo conformado por un conjunto de células. Cada célula es un módulo; este está compuesto por unidades como tubos y lonas, y esa unidad multiplicada genera estos pasillos llenos de intercambio, olores y sonidos. Finalmente habló sobre el urbanismo efímero: estas ciudades que las personas habitan autónomamente por determinado tiempo y luego abandonan sin dejar rastro. Lo interesante es su conformación, la cantidad de personas y su acomodo espacial.
En tercer lugar participó la arquitecta Ángeles Viscarra, haciendo una aportación importante sobre un tema muy específico: La Petatera de Villa de Álvarez, Colima.
Este espacio centenario ha puesto en jaque diversas creencias que aún circulan en ámbitos académicos acerca de la rigurosidad de la creación arquitectónica y de los saberes no institucionalizados. La arquitecta contó el origen y la historia de este espacio: la plaza de toros se constituyó hace más de 100 años a raíz de un fenómeno natural que devastó a la comunidad. A partir de ello, las fiestas patronales tomaron fuerza y uno de los resultados fue este espacio. Iniciando solo con unas marcas en el suelo, ahora su dimensión es impresionante, con escalones y distintos desniveles para albergar a toda una marabunta de gente.
La arquitecta compartió que este espacio no es financiado ni apoyado por ninguna instancia gubernamental; es completamente comunitario y su conocimiento se transmite de generación en generación. Existe un coordinador encargado de orientar y organizar; los materiales se extraen de la naturaleza cercana y siempre que algo se daña se reemplaza, por lo que constantemente se renueva. Se construye a partir de medidas sin números específicos, sino con escalas ya definidas por las personas que lo levantan; por ello no se requieren planos ni especialistas externos. La Petatera es un ejemplo del saber comunitario, del apoyo común y de la transmisión del conocimiento, así como de la prueba y error sobre los materiales.
Por último, el arquitecto José G. Amozorrutia compartió su experiencia en la creación de distintos pabellones, como la estructura de la Feria de las Culturas Amigas que se llevó a cabo en la plancha del Zócalo. Esta estructura mostró cómo la capacidad creativa y el saber técnico pueden resultar en soluciones sencillas pero no por ello menos propositivas y útiles. Explicó que se trató de una serie de módulos ubicados en el espacio; mediante la tensión se obtuvo un espacio con claros muy amplios. Al finalizar el evento, los módulos fueron reubicados para cubrir distintas necesidades, adaptándose a su entorno y a la demanda de quienes los utilizan.
Posteriormente mencionó un proyecto realizado en Bacalar: un ecoparque creado para generar conciencia sobre ese lugar donde pueden observarse siete colores distintos y donde existen algunas de las evidencias más antiguas que dotaron de oxígeno al planeta: los estromatolitos. Para ello se diseñó un muelle lineal que evidenciaba el corto tiempo que la humanidad lleva en la Tierra.
Finalmente habló sobre otros proyectos, mencionando conceptos relevantes como la minería urbana, en la cual los residuos de otros espacios pueden resurgir como nuevas formas constructivas. Uno de sus pabellones, por ejemplo, tiene una losa diseñada a partir de fragmentos del antiguo camino que conectaba al Tamayo, ofreciendo una techumbre dinámica gracias al movimiento del sol y cargada de su propia memoria espacial.
La arquitecta y los arquitectos plantearon un panorama breve pero específico sobre los pabellones y la arquitectura efímera, así como la diferencia entre arquitectura efímera y cíclica, demostrada con la Petatera. También resaltaron la relevancia de la parte creativa y lúdica frente a la resolución de problemas. Escuchar distintas perspectivas y labores dentro del mismo campo, la arquitectura, deja claro que es fundamental nutrirse de conocimientos diversos: comunitarios, como mostró la arquitecta Ángeles; históricos, como presentó el arquitecto Felipe; artísticos, como acentuó Axel; y técnicos, como planteó José. Todo ello para poder crear algo que sirva a la comunidad, a las personas que habitan el espacio y a quienes creemos en la arquitectura.
Al regresar de mis múltiples pensamientos durante mi experiencia en la galería, corroboré lo mencionado durante la sesión: la arquitectura tiene la capacidad de generar diferentes experiencias, y la efímera es experta en ello, pues su capacidad de adaptación y resolución es distinta al resto de las construcciones. La dinámica social se ve modificada y, a su vez, el nutrirse de otras disciplinas, como el arte, permite acceder a nuevas formas de pensamiento.
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