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Alejandro Gómez-Obregón Tanus

La vivienda en México: introducción

Actualizado: 2 jul 2021

Un recorrido por los espacios domésticos del siglo XX - XXI



Prefacio


La vivienda siempre ha fungido como un escenario para la arquitectura, en el cual se proyecta la situación social, económica y política de quienes lo habitan. Es el primer acercamiento al espacio construido. Desde sus orígenes, en las cuevas del Homo Sapiens, el espacio doméstico siempre ha buscado satisfacer las necesidades básicas del usuario, de proveer un lugar de descanso, de refugio.


“La cabaña primitiva”, Essai sur l´Architecture (1753) - Marc-Antoine Laugier


A lo largo de la historia se ha experimentado con distintas formas de habitar el espacio doméstico, donde cada iteración es un reflejo de la época y el sitio. Desde el Palacio Medici de Michelozzo Michelozzi (el arquetipo del palacio urbano italiano del siglo XV), hasta la Casa Robie de Frank Lloyd Wright (ejemplo de las casas de la pradera), todas las exploraciones de la vivienda han producido un cambio en el pensamiento y en la proyección arquitectónica; han llevado a un nuevo entendimiento de los elementos que componen el espacio construido. De acuerdo con Marc-Antoine Laugier (1713-1769), estos elementos son “la columna, el arquitrabe y el frontón” (1) , cuya primera expresión se puede encontrar en el dolmen (una construcción megalítica que se compone por dos o más piedras verticales y una horizontal).


Dolmen de Rostellan, Irlanda.


La historia de la arquitectura es una de readaptación, donde los elementos “clásicos” son renovados y repensados sin fin. El trabajo del arquitecto es asegurar su buena utilización, busca generar soluciones para la sociedad actual usando estos componentes. Más allá de las características físicas y formales que contraen estos elementos es el pensamiento que conllevan, tanto estructuralmente y espacialmente (su colocación en el sitio, su composición, su volumetría). Citando al arquitecto suizo Le Corbusier (1887-1965):


“la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes reunidos bajo la luz”.



A finales del siglo XIX


La vivienda a finales del siglo XIX fue un reflejo del crecimiento de la Ciudad de México y la clase burguesa que proliferó durante el Porfiriato (1876-1911). Para poder satisfacer la población creciente de la ciudad, muchos conventos y palacios antiguos se adaptaron para albergar unidades mínimas de vivienda. Al mantener la planta original del conjunto, se mantuvieron los patios interiores (2), un concepto que se vería reflejado en las primeras propuestas de las vecindades y los edificios de departamentos del siglo XX.


La vecindad surgió como una solución al problema de cómo ocupar las manzanas de la ciudad del siglo XIX. La ventaja de estos conjuntos era que podían meter más unidades de vivienda sin tener que otorgarle a cada uno su relación directa con la calle (el espacio público)(3). Estos proyectos iban dirigidos hacia la clase baja u obrera, quienes podían rentar un cuarto dentro del conjunto que disponía de servicios compartidos (4).


A partir del desarrollo de estos conjuntos, se empezaron a crear las primeras empresas constructoras de México, lo cual permitió la construcción de proyectos que requerían grandes volúmenes de materiales y pocos detalles artesanales. Es gracias a este suceso que se empiezan a crear casas en hilera, dirigidas hacia la clase media. Estas casas se dividen en dos grupos, aquellas que se acomodan alrededor de un patio y aquellos que se concebían como entidades separadas, donde todas las interacciones ocurrían al interior del hogar (5).


Conjunto Condesa (1912-1922) - Thomas S. Gore


Aparecieron los primeros bloques de vivienda en hilera, como el Conjunto Condesa (1912-1922), el cual sirvió como un antecedente de la casa “moderna”, donde el acomodo interior de los espacios empezó a tener una lógica más funcional y se incorporaron espacios como la cochera, que buscaban satisfacer las necesidades del hombre moderno, del hombre metropolitano (6).



Una sociedad moderna


La primera década del siglo XX coincidió con el fin del Porfiriato (1910-11) y el inicio de la Revolución mexicana (1910), dos eventos que marcaron un cambio profundo en la cultura, la política y la arquitectura del país. El “afrancesamiento” de los edificios (en su mayoría públicos o cívicos) durante el siglo XIX fueron causa de discusión entre la comunidad arquitectónica, donde cada vez más los procesos constructivos se habían industrializado y mecanizado.


Al mismo tiempo, en Europa surgieron personajes de gran renombre, quienes comenzaron a gestar un cambio en la visión y proyección de la vivienda. Se empezaron a plantear los espacios “mínimos”, donde la eficiencia y la flexibilidad aseguraban su funcionalidad.


El crecimiento de la clase obrera en México llevó a la creación de normas y leyes que protegieran a los trabajadores y facilitaran su integración con la ciudad y las zonas industriales. El derecho de los trabajadores a una vivienda digna (Constitución de 1917), propició un cambio en la cultura doméstica, donde por primera vez, permitía que los trabajadores de la clase baja pudieran ser dueños de su propia casa, la cual tenía que cumplir con los nuevos estándares de higiene (agua potable, electricidad, etc). Esta nueva preocupación por generar espacios higiénicos formó parte de la “modernización” de la vivienda, donde el objetivo era producir una arquitectura más eficiente; la ejecución exitosa de esta concepción recaía en establecer un usuario específico y todas sus necesidades. Fue así que Le Corbusier proclamó que la casa tenía que ser “una máquina para vivir” (7).


El arquitecto Carlos Obregón Santacilia, quien proyectó el Monumento a la Revolución en 1933, fue de los primeros en interesarse en la vivienda mínima obrera. Como resultado lanzó un concurso, en el cual participaron Juan O´Gorman, Juan Legarreta y Raúl Cacho, cuya propuesta fusionaba elementos tradicionales como los tapancos de las casas “taza y plato” (de la época virreinal) y los conceptos modernos de funcionalidad y eficiencia. Los proyectos incluían servicios y áreas comunes, así como escuelas y guarderías, señalando un arraigo hacia lo colectivo. Adicionalmente, se propuso la utilización de columnas en vez de muros de carga, lo cual liberó el espacio interior y permitió una mayor flexibilidad, donde las habitaciones se podían re-acomodar mediante el uso de paneles divisorios (8).


Edificio de viviendas para artistas (1941) - Max Cetto y Luis Barragán

Fotografía de Laurent Beadouin


Este mismo pensamiento se vio reflejado en los primeros edificios de vivienda, los cuales partían de un usuario específico y las distintas maneras que podía habitar el espacio. En el edificio de viviendas para artistas (1941), obra de Luis Barragán y Max Cetto, se concibió como un especie de loft warholiano, cuyos departamentos eran de doble altura, contaban con un balcón e incluían un tapanco donde se colocaba la cama, que fungía también como un estudio. Estos proyectos se beneficiaron de una iluminación natural muy afortunada y lograron crear espacios fluidos, lo cual se vería reflejado posteriormente en las casas de Barragán (9).



La arquitectura del ser


Casa Estudio (1948) - Luis Barragán

Fotografía de La Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.


Durante la segunda mitad de la década de los ‘40s, varios intelectuales, entre ellos Luis Barragán, buscaron repensar los espacios que habitamos y la manera en que los habitamos. Por un lado, el gobierno mexicano buscaba generar unos grandes desarrollos habitacionales, donde el individuo formaba parte de la comuna, de una identidad grupal. De manera contraria, Luis Barragán buscaba atender a ese individuo, a la persona, al ser (10). Ya no únicamente era una arquitectura racional, sino también era una arquitectura emocional, de contemplación (como los jardines de la Alhambra) (11).



Una arquitectura social


A mediados del siglo XX, el gobierno mexicano se vio obligado a generar proyectos capaces de albergar a la población creciente de la ciudad. En 1950, la población de la Ciudad de México se incrementó por un 6.1%, alcanzando 2.9 millones de habitantes, lo cual ocasionó una escasez de vivienda (12).


Conjunto Urbano Presidente López Mateos

de Nonoalco Tlatelolco (1960-64) - Mario Pani

Fotografía de Rodrigo Moya


El Estado utilizó las unidades habitacionales como una solución a la crisis inmobiliaria, pero también como un instrumento político que señalaba un anhelo por lo moderno, lo nuevo y un rechazo por lo pasado, lo tradicional. Adicionalmente, fue una muestra del control de la ciudad y el desarrollo urbano, donde cualquier propietario que no compartiera la misma visión política sería despojado, y su terreno adaptado. Tal fue el caso con Tlatelolco, donde los barrios pobres de la zona industrial fueron reemplazados por el proyecto de Mario Pani (13). A lo largo de los siguientes veinte años, la escala de los proyectos incrementó, pasando de 200 viviendas a 18,000 viviendas. Mario Pani fue el arquitecto más importante en cuanto al desarrollo de las unidades habitacionales, y fue quien creó un tejido urbano “moderno” para la ciudad de México; es decir, los proyectos dejaron de entenderse como elementos singulares (14).


Durante la primera mitad de 1960, la situación socioeconómica fue favorable para el país, viendo un crecimiento sostenido del PIB, la estabilidad de precios y la intervención del Estado como planificador económico y social. Con la creación del Programa Financiero de la Vivienda en 1963, incrementó el desarrollo de vivienda social y como resultado se llegaron a construir grandes proyectos habitacionales, mismos que tuvieron un impacto en la escala urbana y fueron una muestra del poder político del gobierno a principios de la segunda mitad del siglo XX (15). A partir de los años setentas, los programas de vivienda social en México, fueron favorecidos por la creación del Infonavit en 1972. La inestabilidad sociopolítica de la época y la desilusión del movimiento moderno, llevó a la creación de proyectos públicos de menor escala, con un enfoque en la creación de barrios (16). Destaca la obra de Ricardo Legorreta (El Rosario I en 1976), Alejandro Zohn (Unidad Habitacional CTM-Atemajac en 1977) y Teodoro González de León y Francisco J. Serrano (Fuentes Brotantes en 1986).



La promesa de una arquitectura consciente


Edificio Brasil 75 (1922) - Enrique Norten y Bernardo Gómez-Pimienta


El terremoto de 1985 propició una iniciativa de reconstrucción y replanteamiento de la ciudad y su conexión con el espacio doméstico (17). Así como el gran incendio de Chicago generó un cambio en la cultura arquitectónica (lo cual llevó a la creación de los rascacielos), el terremoto señaló un cambio en la manera de enfrentar los proyectos. Los nuevos edificios buscaban generar un vínculo con el mundo exterior, cambiando el enfoque de los grandes arquitectos modernos como Mies Van der Rohe. Un proyecto que destaca de esta época es el edificio Brasil 75 (1992) de Enrique Norten y Bernardo Gómez-Pimienta, el cual utiliza un esquema de vecindad e incorpora el departamento “moderno”, talleres y comercios que se vinculan mediante un corredor (18). El proyecto demuestra la importancia de la inclusión (siendo vivienda para obreros) como parte de la creación y la mejora del tejido urbano de la ciudad.


Havre 69 (2013) - AT103 + ReUrbano

Fotografía de Rafael Gamo


Los proyectos “nuevos” a finales del siglo XX y principios del siglo XXI incluyeron restauraciones y adaptaciones de edificios antiguos abandonados o en un estado de deterioro. Re-Urbano, una constructora que se consolidó a inicios del siglo XXI, promovió varios proyectos de restauración como Havre 69, donde el arquitecto Francisco Pardo adaptó y reforzó la estructura del edificio ya existente para poder crear una serie de departamentos, con las mismas comodidades de un edificio “nuevo”. El proyecto también cuenta con unos locales comerciales e intenta generar un vínculo con el espacio público, lo cual se ve reflejado en las circulaciones interiores, donde la escalera se convierte en un espacio común, social (19).

Transformación del espacio público en la Unidad Habitacional Manuel M. Ponce (2017) - Rozana Montiel

Fotografía de Sandra Pereznieto


La arquitectura dejó de ser la herramienta del arquitecto para mostrar su ingenio, para plasmar su concepto de la ciudad ideal, del habitante ideal. La arquitectura se convirtió en diálogo, entre arquitectos (y otros profesionistas) y los usuarios que habitan los espacios que diseñan. Se ha creado una nueva consciencia, por los habitantes del edificio y la ciudad, por el medio ambiente, por la aportación social que puede proveer un edificio.


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Notas y Referencias


(1) En 1753, Marc-Antoine Laugier (1713-1769), publicó su Essai sur l’architecture en el cual presenta la “cabaña primitiva”, la cual resalta que los elementos esenciales de la arquitectura son la columna, el arquitrabe y el frontón; estos elementos tienen que cumplir su función estructural original sin ser ornamentales.


Roth, Leland M. Entender la arquitectura – sus elementos historia y significado. Trad. Carlos Sáenz de Valicourt Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2013, 432.


(2) Canales, Fernanda. Vivienda colectiva en México - El derecho a la arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 2017, 14.


(3) Sánchez, Horacio. La vivienda y la ciudad de México - Génesis de la tipología moderna. México: UNAM, 2006, 63.


(4) Sánchez, Horacio, Op. Cit., 67.


(5) Sánchez, Horacio, Op. Cit., 65-66.


(6) Sánchez, Horacio, Op. Cit., 71-73.


(7) Canales, Fernanda, Op. Cit., 14.


(8) Canales, Fernanda, Op. Cit., 15-17.


(9) Canales, Fernanda, Op. Cit., 17-18.


(10) Sánchez, Horacio. Op. Cit. 75.


(11) Ambasz, Emilio. The Architecture of Luis Barragán. MOMA. Nueva York: 1976.


(12) García Peralta, Beatriz. Vivienda social en México (1940-1999): actores públicos, económicos y sociales. UNAM. CDMX: 2010.


(13) García Peralta, Beatriz. Vivienda social en México (1940-1999): actores públicos, económicos y sociales. UNAM. CDMX: 2010.


(14) Canales, Fernanda. Op. Cit., 91.


(15) García Peralta, Beatriz. Vivienda social en México (1940-1999): actores públicos, económicos y sociales. UNAM. CDMX: 2010.


(16) Canales, Fernanda. Op. Cit., 135.


(17) Canales, Fernanda, Op. Cit., 35-37.


(18) Canales, Fernanda, Op. Cit., 36.


(19) https://www.archdaily.com/580185/havre-69-at103-reurbano.


  1. Las imágenes refieren a los autores o sitios mencionados, si por descuido se ha omitido algún crédito, no ha sido con mala intención y agradeceremos nos contacten para difundir apropiadamente este documento informativo y de difusión de la vivienda en México.


Bibliografía


Ambasz, Emilio. The Architecture of Luis Barragán. MOMA. Nueva York: 1976.


Canales, Fernanda. Vivienda colectiva en México - El derecho a la arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 2017.


Cruz González Franco, Lourdes. La casa en la Ciudad de México en el siglo XX - Un recorrido por sus espacios. México: UNAM, 2016.


García Peralta, Beatriz. Vivienda social en México (1940-1999): actores públicos, económicos y sociales. UNAM. CDMX: 2010.


Roth, Leland M. Entender la arquitectura – sus elementos historia y significado. Trad. Carlos Sáenz de Valicourt Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2013.


Sánchez, Horacio. La vivienda y la ciudad de México - Génesis de la tipología moderna. México: UNAM, 2006.


Vasallo, Roberta. “La arquitectura de hierro durante el porfiriato”, Tesis Doctoral en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.


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