Escrito por Abigail Ramírez Zavala* FUNDARQMX**
Ubicado dentro del Bosque de Chapultepec, este museo fue proyectado por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez, Carlos A. Cazares Salcido y Rafael Mijares Alcérreca y fue Inaugurado en 1964 como parte del programa de institucionalización de la cultura del gobierno de Adolfo López Mateos, como lo confirma la placa conmemorativa en la entrada del museo sobre Paseo de la Reforma. Pese a que su colección ha sufrido cambios, mantiene más de 3000 obras de artistas mexicanos entre pinturas, esculturas, fotografías, dibujos y grabados correspondientes al siglo XX.
Vista general de la entrada principal del museo
Esta ocasión es especial pues marca la reapertura del museo tras la pandemia de COVID-19, con dos exposiciones temporales: en la planta baja del edificio principal “Paisajes Fragmentados: 1974-1994: un panorama sobre el arte mexicano”, a cargo del curador invitado Jorge Reynoso Pohlenz, quien se encarga de evidenciar los cambios en las prácticas artísticas del país en los años señalados, pasando de las vanguardias en la primera mitad del siglo XX a las transvanguardias y posmodernismo, asimiladas y retomadas por artistas que buscaban un “arte joven”.
Entrada de la exposición Paisajes Fragmentados
La muestra incluye todavía, técnicas tradicionales como fotografía, pintura, gráfica y escultura, que aún con un paso adelante en la renovación, a partir de procesos y materiales contemporáneos, no deja de lado la mirada cómica e irreverente al pasado; el recorrido se divide en cuatro ejes temáticos: la apropiación histórica, el territorio de representación, las crisis y las identidades, presentados por obras de artistas como Eloy Tarcisio, Mónica Castillo, Yolanda Andrade, Marco Antonio Cruz, Armando Cristeto, Martha Palau, Irma Palacios, Alberto, José y Miguel Castro Leñero; Enrique Guzmán, Pablo Ortiz Monasterio, Beatriz Zamora, Carla Rippey o Arnold Belkin, este último abre la exposición con el óleo sobre lienzo El rapto de las Sabinas no. 1 (Después de Jacques-Louis David) (1979) inspirado en la pintura neoclásica el Rapto de las Sabinas (1799), de forma deconstruida y abstracta. Este primer núcleo justamente pone a dialogar obras de las últimas décadas del siglo XX como el grafito de gran formato de Carla Rippey de la serie El reino de la Medusa (1991) con obras neoclásicas como La balsa de la Medusa de Théodore Géricault.
Una sección relevante de la exposición es la línea del tiempo que muestra la apertura de espacios artísticos, colectivos, exposiciones importantes, y contactos con otros países acompañado de posters de protesta de esta escena “alternativa”, y complementa con una vitrina llena de noticias de periódico, invitaciones, flyers y boletos de algunos eventos; algo llamativo a lo largo del recorrido,son los fragmentos de textos literarios de autores que van desde José Emilio Pacheco, Carlos Monsivais, Carmen Boullosa, y Luis Zapata, así como canciones de Caifanes o Café Tacvba, que hacen alusión a la época. Hay piezas llamativas como Canto a la Melancolía (1994) de Maribel Portela, Peyote y la Compañía (1981) de Carla Rippey y Lluvia de río (1994) de Laura Anderson Barbata, una instalación compuesta por cuatro escobas de ramas. Sobre fotografía, se presentan algunas improntas de Eniac Martínez, Francisco Mata, Enrique Metinidez o Yolanda Andrade sobre la violencia del país y el sismo de 1985.
La visita al museo continúa, en la segunda planta con la exposición “Tiempos Discontinuos” que reflexiona sobre los cambios en las percepciones del tiempo a raíz de la pandemia de COVID-19, articulando un discurso con la colección del museo, pues parte de la idea del anacronismo entre objetos e imágenes de Didi-Huberman y se divide en torno a cinco binomios de conceptos relacionados con el tiempo: lapsos/ciclos, instante/fugacidad, fragmento/memoria, entropía/caos y ensoñaciones/futuros posibles, a través de los cuales se invita a los visitantes a dialogar con su propio tiempo, espacio y cuerpo, de la mano de Frida Kahlo, Remedios Varo, Manuel Felguérez, Manuel Álvarez Bravo, entre muchos otros; en este caso la instalación escultórica que abre la exposición es La historia del universo (2011) de Ulises Figueroa en la que coloca diversos juguetes y objetos lúdicos como globos terráqueos o figuras anatómicas desarmables alrededor de un elipse blanco que recuerdan a los diagramas sobre el Sistema Solar y el Universo.
Destacan además piezas como Homenaje a Duchamp (1993) de Perla Cohen en la que la artista ensambla un par de ruedas de bicicletas y un par de manos de maniquí, o la heliografía (una técnica similar a la fotografía) Agujeros en las estrellas (1972) de Lowry Burgess que da cuenta de esos escenarios imaginarios que algún día podrían ser posibles por más alejados que parezcan, ubicada en sala dentro del último binomio: ensoñaciones/futuros posibles, junto a esculturas de madera Mano Luna (s/f) de Pedro Friedeberg, las pequeñas fotografías de Armando Cristeto Patiño Saturno y Géminis de la serie Apolo Urbano II que ofrecen una visión futurista cercana a la ciencia ficción, y los tapices de coautoría de Ivonne Charlín y Cecilia L. Martínez.
Finalmente, ambas exposiciones dan cuenta de los cambios y transformaciones que ha vivido el arte moderno y contemporáneo en México y atraen a los espectadores de al museo a explorar cuerpo a cuerpo los recorridos circulares que plantean, por lo que vale la pena visitar estas increíbles exposiciones después de dos años de virtualidad y encierro, aunque vale la pena mencionar que el famoso Jardín Escultórico que rodea al museo continúa en mantenimiento por lo que el acceso es restringido.
*Abigail Ramírez actualmente cursa el 8º semestre de la licenciatura en Estudios e Historia del Arte en la Universidad del Claustro de Sor Juana, donde ha colaborado en la realización de diferentes exposiciones en el Foro R38. Laboratorio de Arte. Sus intereses académicos son el arte contemporáneo, la arquitectura moderna y la circulación masiva de imágenes. Actualmente realiza sus Prácticas Profesionales en FundarqMX.
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