Gentrificación en México como violencia estructural y colonización moderna, PT.1
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Por: Arantza Briffault y Jesús Tovar
La gentrificación no es únicamente un proceso urbano, estético o comercial. Es una forma de violencia estructural que desplaza, excluye y profundiza desigualdades históricas en México y en otros países. En el contexto mexicano, este fenómeno no se limita a grandes ciudades como la CDMX; también atraviesa zonas populares y regiones enteras de estados como Quintana Roo, Baja California Sur, Oaxaca, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, Guanajuato y Sinaloa, donde la presión turística, inmobiliaria y digital ha acelerado transformaciones abruptas.
En estos territorios, la gentrificación vuelve más visible un conjunto de desigualdades que ya existían, pero que aquí se intensifican. Las desigualdades culturales se manifiestan cuando prácticas comunitarias, oficios tradicionales y formas de vida locales son desplazadas por modelos de consumo extranjero, específicamente del Norte Global, estos uniforman la identidad de los barrios tan diversos de nuestro país; las desigualdades raciales emergen cuando se privilegia la presencia y el poder adquisitivo de personas extranjeras frente a poblaciones locales, y las desigualdades de clase se profundizan cuando el costo de vivienda, servicios y espacio público se eleva hasta expulsar a quienes han habitado sus hogares y barrios durante generaciones, concentrando los beneficios en inversionistas y sectores de ingresos altos.
Es un proceso inseparable de dinámicas globales de poder, privilegio y precariedad. En México, este fenómeno se alimenta de tres fuerzas principales. La primera es el mercado inmobiliario, la segunda es la industria turística, la tercera es la migración interna y digital, sobre todo trabajadores remotos que llegan desde otros países o desde zonas más privilegiadas del país, y que sin proponérselo desplazan dinámicas económicas completas.
Migración, colonización moderna y gentrificación: diferencias y relaciones
No es lo mismo migrar por necesidad que trasladarse por privilegio. La migración de personas provenientes del Sur Global y de otras regiones del mundo con menor posicionamiento económico y político suele estar marcada por la guerra, el genocidio, la violencia, la crisis climática, las persecuciones o la pobreza extrema. Quienes viven estos desplazamientos llegan con “pasaportes débiles”, documentos que no les permiten circular libremente y que los colocan frente a controles migratorios agresivos, redadas, campos de detención y distintas formas de violencia sistemática.
En contraste, muchos de los llamados nómadas digitales no llegan a México huyendo, sino buscando ampliar su calidad de vida. Lo hacen desde la comodidad de una moneda más fuerte, un mayor posicionamiento político y cultural, y un capital social, económico y académico que les permite instalarse con relativa facilidad. Aunque en sus países suelen identificarse como clase media, aquí acceden a bienes y experiencias que allá serían inalcanzables, y construyen una forma de vida aspiracional que combina comodidad con cierta estética “hippie” o de libertad. A diferencia de quienes migran por necesidad, estas personas cuentan con la certeza de que pueden marcharse cuando quieran, sin enfrentar las barreras estructurales que condicionan la movilidad de las poblaciones desplazadas.
En México y en el mundo… un pasaporte es una herramienta de poder.
No es lo mismo llegar con un pasaporte poderoso, que un pasaporte política, estructural y económicamente débil. Mientras unos enfrentan redadas, otros son recibidos con privilegios. La fuerza de ese pasaporte determina no sólo las condiciones del viaje, sino cómo será tratado el cuerpo que lo porta.
Los países que se autodenominan “primer mundo” suelen posicionarse en un papel bastante consternado, cuando personas de territorios precarizados o culturalmente diferentes cruzan sus fronteras.
Hablan de “invasiones”, de “crisis migratorias”, de una “pérdida de identidad cultural”, como si la identidad de dichos países que se consternan por la migración… no hubiesen sido construidos, ladrillo a ladrillo, con materiales saqueados de otras tierras. No tienen miedo de que los migrantes les “roben” la cultura, sino de que la cambien. Irónicamente, muchas de esas culturas que temen ser modificadas dependen profundamente de otras para existir. Defienden con pasión una “pureza” que nunca fue real.
Si la violencia fuera exclusiva de quienes migran, sería un misterio cómo ciertos países altamente desarrollados registran tiroteos escolares con una puntualidad excesiva, pareciese que cada día hay eventos de tiroteo en masa, o crímenes de odio, y en su mayoría, no son perpetrados por migrantes. O cómo siguen ocurriendo crímenes motivados por odio racial en naciones que se miran al espejo y se dicen, con mucha convicción, que son ejemplo moral del planeta.
La verdad es que lo que incomoda no es la migración. Lo que incomoda es dicho espejo que en su concepción es puro y avanzado. Ese espejo que recuerda que durante siglos hubo manos que extrajeron riquezas, impusieron modelos, destruyeron lenguas, y hoy se sorprenden de que las heridas caminen hacia ellos. Les incomoda que los descendientes de quienes fueron despojados aparezcan en espacios que nunca estuvieron pensados para ellos. Les incomoda la piel distinta.
Lo que nunca dicen esos países, es que la causa de esas migraciones es la historia misma de su riqueza. Son sus propios gobiernos , y empresas, los que, durante siglos y hasta el presente, colonizan, saquean, explotan y abusan los países de donde hoy migran esas personas. Entender esto no es odiar al turista o extranjero, u a otros países, sino reconocer que su riqueza no se explica sin violencia, despojo y control. Mientras el sur global carga con el estigma del subdesarrollo.
Muchos de esos países que se quejan de la migración, son los mismos cuyas personas ahora migran, pero como turistas o expatriados, a los países del sur. Y no solo viajan, se instalan, rentan, compran, elevan precios, imponen su idioma, su estilo de vida, su cultura. Cuando ellos migran, no se llaman migrantes, se llaman nómadas digitales, inversionistas, “expats”, viajeros del mundo. No tienen que pedir asilo. No enfrentan redadas. No son deportados. Son recibidos, incluso celebrados.
El privilegio económico del nómada digital y su impacto en las ciudades mexicanas
Aunque técnicamente son migrantes, los nómadas digitales no representan un nuevo tipo de migración, sino una nueva forma de colonialismo, llegan con más poder adquisitivo, más fuerza política y diplomática, más movilidad y más capacidad de transformar el territorio que los recibe que las propias comunidades que lo habitan.
Ganan en monedas extranjeras y gastan en pesos mexicanos, inflando el mercado local sin que sus acciones se sometan a ninguna regulación fiscal ni social. Esto ha generado, por ejemplo, rentas inalcanzables en colonias como la Roma, la Condesa, el Centro o incluso barrios más periféricos, que se empiezan a ver invadidos por estos flujos.
Este tipo de asentamientos no solo desplazan a las personas que viven en esos lugares, transforman el entorno entero para satisfacer al recién llegado, no al habitante histórico. Ya no se trata del cliché del restaurante que pone palmeras, burritos o mojitos porque “eso es lo que el extranjero cree que hay en México”. La turistificación contemporánea opera con estéticas más sutiles y, por lo mismo, más profundas. Aparecen cafeterías minimalistas con ingredientes de moda, bares con neones en otros idiomas y cocteles diseñados para Instagram, galerías alternativas-emergentes-contemporáneas, y con miles de definiciones que la mayoría de mexicanos no entienden, que reproducen la misma curaduría del extranjero, tiendas de ropa que venden una estética global homogénea en tonos tierra, fluidos, y lino que sustituye las modas locales, los colores tradicionales y las texturas.
Airbnb como mecanismo de especulación habitacional y desplazamiento
Airbnb gentrifica porque convierte la vivienda, un derecho básico, en un producto turístico especulativo. En la Ciudad de México, por ejemplo, ya hay más de 24 mil propiedades listadas en esta plataforma. Muchas de ellas están deshabitadas o se usan exclusivamente para rentas temporales, mientras que la población local enfrenta una crisis de vivienda sin precedentes. En zonas como la Roma, la Condesa o la Juárez, hasta el 8 % del parque habitacional está dedicado exclusivamente a Airbnb. Esto significa que cientos de departamentos que podrían estar habitados por familias, jóvenes o personas trabajadoras están vacíos la mayor parte del tiempo, esperando turistas.
El problema no es solo que se rentan casas. El problema es que cuando un propietario puede ganar en una semana lo que ganaría en un mes rentando a un mexicano, opta por desalojar, no renovar contratos, no permitir inquilinos de largo plazo. El mercado de alquiler se vuelve inaccesible. Las rentas suben artificialmente, y son hipotéticas, no sube el precio por mejoras urbanas en los alrededores o por mejora de los servicios en los inmuebles, sino porque están dirigidas a personas que ganan en euros o dólares. Se impone un modelo donde el espacio urbano ya no es para vivir, sino para ser consumido.
Además, los efectos no son únicamente económicos. Cambia el rostro de los barrios. Desaparecen panaderías, fondas, ferreterías, papelerías, abarrotes, espacios de encuentro comunitario, y en su lugar aparecen cafés de diseño, tiendas gourmet, cadenas internacionales, coworkings y boutiques. Los residentes de toda la vida ya no reconocen su propio barrio. No encuentran dónde comprar, ni con quién conversar. La cultura se vuelve decorado, mercancía para otros. Lo que era cotidiano se convierte en “experiencia”.
Airbnb no sólo desplaza personas, también desplaza formas de vida. Y lo hace sin rendir cuentas: no paga impuestos como los hoteles, no respeta reglamentos de uso de suelo, y no tiene políticas claras que protejan a los vecinos. El gobierno, en lugar de frenarlo, lo incentiva. Propone medidas que se ven bien en el discurso, como limitar su uso a seis meses por año pero no tiene mecanismos de inspección, ni voluntad política para sancionar a quienes incumplen.
Todo esto se agudiza por una contradicción brutal, en México, cientos de miles de jóvenes no pueden independizarse. Viven con roomies, con sus padres, o en espacios cada vez más pequeños y más caros. Y mientras tanto, en su misma colonia, hay decenas de departamentos vacíos rentados solo para turistas. La pregunta no es por qué hay resentimiento, la pregunta es por qué seguimos tolerando este despojo, y cuál es el origen y solución de dicho resentimiento.
Airbnb no es solo una aplicación para “viajar mejor”. Es una plataforma que ha profundizado la crisis habitacional en muchas ciudades del mundo. En la CDMX, está convirtiendo la vivienda en un privilegio. Y mientras eso no se regule con firmeza, seguiremos perdiendo nuestros barrios, nuestras casas y, con ellos, nuestras vidas cotidianas.
La gentrificación: una opinión personal: Gentrificatio: Sententia Personalis
La gentrificación no es solo un tema de moda, es un problema que urge resolverse para dejar un antecedente de soluciones valiosas y ejemplares sobre cómo construir mejores ciudades. Los habitantes de cualquier urbe tendríamos que estar más comprometidos con mejorar nuestras condiciones de vida participando, informándonos, proponiendo e incluso expresando nuestro descontento ante aquello que nos afecta, como ocurre con este fenómeno en un número creciente de ciudades, empezando por la capital del país, la Ciudad de México.
La gentrificación es un proceso complejo en el que un barrio popular y tradicional, con viviendas modestas, comercios pequeños y población de ingresos medios o bajos, comienza a transformarse con la llegada de residentes y empresas de mayor poder adquisitivo. Esta sustitución paulatina genera cambios profundos en la vida cotidiana y en la estructura física del lugar. Aunque al principio estos cambios pueden sonar positivos, tarde o temprano advertimos que conducen al desplazamiento de quienes vivían allí, siendo reemplazados por otros, nacionales o extranjeros. Es una forma de segregación, de clasismo disfrazado o simplemente ambas.
Hace algunos meses tuve la oportunidad de presentar un libro en el Colegio de Arquitectos de la Comarca Lagunera que aborda una problemática similar, los fraccionamientos cerrados que clasifican a la población entre pobres, clase media y clase alta. Estas decisiones nacidas del miedo y de la inseguridad han fragmentado nuestras ciudades en pedazos. Son zonas aisladas por muros y bardas que nos separan e incomunican, aunque no generen desplazamientos directos.
Con la gentrificación sucede algo parecido, aunque en este caso la población originaria sí es expulsada hacia zonas más precarias y sus viviendas se convierten en espacios de renta temporal con precios muy elevados. De nuevo aparece un mecanismo de segregación urbana y social presentado como negocio lucrativo. Algunos dirían que se trata del efecto de un capitalismo rampante alimentado por plataformas como Airbnb y otros actores citadinos igual de codiciosos.
La gentrificación se ha convertido en otra enfermedad de nuestras ciudades contemporáneas que no hemos sabido curar. Deberíamos aspirar a vivir en ciudades democráticas, accesibles y asequibles para todos, no solo para grupos privilegiados. Probablemente surgirán leyes que la regulen, junto con soluciones más concretas para otras variantes que hoy nos afectan. Se trata de un sistema urbano que debe ser atendido por especialistas de manera gradual, integral y profundamente reflexiva.
Recordemos que la gentrificación se produce cuando convergen en la ciudad algunos factores como los siguientes:
•Cuando el área está bien localizada dentro de la ciudad (cercanía al centro, movilidad y servicios)
•Cuando tiene una arquitectura interesante o un ambiente cultural atractivo.
•Es más barata que otros barrios, por lo que se vuelve “oportunidad de inversión”.
En estas zonas se inmiscuye el capital privado (restaurantes más caros, cafés de diseño, desarrollos residenciales) y llegan nuevos habitantes con mayor ingreso atraídos por el valor emergente del barrio. Entre los cambios más importantes que la gentrificación produce en las ciudades se encuentran:
1.-Aumento del valor del suelo y de los alquileres: Los precios suben primero lentamente y luego de forma acelerada.
2.-Desplazamiento de los habitantes originales: Las familias de menores ingresos se ven obligadas a mudarse porque ya no pueden pagar renta, servicios o remodelaciones obligatorias.
3.-Transformación del comercio local: Tiendas de barrio, abarrotes y fondas son reemplazados por cafeterías boutique, bares temáticos, galerías y comercios para turistas.
4.-Cambios culturales y sociales: Se modifica la identidad del barrio: lo que antes era un espacio comunitario se vuelve ahora un destino “de moda”.
5.-Renovación urbana y estética: Se restauran fachadas, se mejoran banquetas, se instalan nuevos servicios. Estos cambios pueden ser positivos, pero su costo social es alto si excluyen a los habitantes originales.




Bibliografía:
● Al Jazeera. (2022, 13 de diciembre). ‘You’re not welcome’: Mexico City residents decry Airbnb. https://www.aljazeera.com/economy/2022/12/13/youre-not-welcome-mexico-city-residents-decry-airbnb
● El País. (2024, 3 de octubre). El Congreso de Ciudad de México aprueba limitar la renta de un Airbnb por más de seis meses al año. https://elpais.com/mexico/2024-10-03/el-congreso-de-ciudad-de-mexico-aprueba-limitar-la-renta-de-un-airbnb-por-mas-de-seis-meses-al-ano.html
● Excélsior. (2023, 9 de agosto). Airbnb acapara 20 mil espacios; tiene crecimiento acelerado en CDMX. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/airbnb-acapara-20-mil-espacios-tiene-crecimiento-acelerado-en-cdmx/1572486
● VICE. (s.f.). Is Airbnb ruining Mexico City for locals? https://www.vice.com/en/article/mexico-city-airbnb/
● Reddit. (2025). Everything we associate with gentrification is created by .... https://www.reddit.com/r/MexicoCity/comments/1lz0icd/everything_we_associate_with_gentrification_is/












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