Gentrificación en México como violencia estructural y colonización moderna, PT. 2
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Por: Arantza Briffault / Jesús Tovar
Gentrificación como colonización moderna, territorial, cultural y simbólica.
Sí. No se trata solo de un fenómeno económico, sino cultural, simbólico y político. En el caso mexicano, la gentrificación puede entenderse como una forma contemporánea de colonización, donde se expropian territorios simbólicos y físicos sin disparar un arma. Se modifican las condiciones del habitar para privilegiar al extranjero, al que no se le exige adaptarse, sino al revés, se le allana el terreno, se le traduce todo, se condiciona el idioma, y se le celebra por su "interés" en nuestra cultura, aunque sea superficial y una visión folklorizada de México.
Viajar no tiene nada de malo. De hecho, es una de las experiencias humanas más enriquecedoras y naturales que existen. Viajar te permite salir de ti mismo, descubrir otras formas de vivir, pensar, comer, hablar, celebrar. Te confronta con lo que das por hecho. No importa si eres estadounidense, mexicano, egipcio o chileno, conocer otras realidades, si se hace con humildad, sensibilidad y conciencia, puede ser profundamente transformador y enriquecedor para nuestra visión del mundo y del humano.
El problema no es viajar. El problema es cómo lo haces, desde qué lugar de poder, y con qué consecuencias para las personas que habitan el lugar al que llegas. Porque no todos viajamos con las mismas condiciones. Y ahí entra una de las claves del asunto, el pasaporte no es solo un documento. Es una forma de poder estructural.
Una persona estadounidense puede mudarse a México con relativa facilidad, sin enfrentar trámites migratorios agresivos, sin miedo a ser deportado, sin ser señalado como delincuente, sin ser excluido del sistema bancario o laboral. Muchos extranjeros en México creen que por aprender el idioma, hacer algunos amigos que se adaptan a sus realidades o por comer tacos callejeros, ya no forman parte del problema. Pero siguen rentando propiedades en zonas que ya no son accesibles para los locales. Siguen moviéndose en entornos construidos para su comodidad, el hecho de aprender el idioma o saber cómo movilizarte en países extranjeros, no te hace parte de ellos automáticamente si no se tiene consciencia social. Siguen siendo parte de una red económica y simbólica que privilegia su presencia sobre la de los habitantes históricos. Siguen elevando los precios sin pagar el costo social.
Y esto no significa que sean “malas personas”. El sistema actual opera así, te hace creer que si no haces daño de forma directa, entonces no eres responsable de nada de lo que afecta a tu entorno. Pero la gentrificación no necesita odio para funcionar. Solo necesita indiferencia.
Muchos de estos extranjeros, además, promueven abiertamente mudarse a México en redes sociales. Hay videos en TikTok y YouTube explicando cómo rentar sin papeles, cómo evitar ciertas colonias “feas”, qué trabajos tomar desde el extranjero para vivir “como rey” en la CDMX. México está de moda. Se volvió destino. Y cuando un país se vuelve moda, sus habitantes empiezan a ser desplazados para mantener esa postal viva.
Incluso hay quienes viven aquí y trabajan aquí, en call centers, en arte, en educación (todos de empresas extranjeras), y creen que por aportar algo a la economía local ya no forman parte del fenómeno de gentrificación. Pero no se trata solo de dónde trabajas, sino desde qué posición llegas, a qué redes de apoyo accedes, cuánto puedes pagar por vivir aquí, y si estás dispuesto a integrarte realmente o solo vienes a vivir más barato.
Porque la diferencia entre un migrante que vive en México a un turista de primer mundo, no es solo cultural, es estructural. Es el pasaporte que les permite moverse sin miedo. Son las redes económicas que les respaldan. Es su acceso al capital social, educativo, familiar, bancario, sanitario. Son sistemas enteros que los sostienen incluso si todo les sale mal.
Responsabilidad del Estado mexicano
Por eso la gentrificación sí puede leerse como una colonización moderna. No es un término exagerado. Es un fenómeno donde territorios físicos y simbólicos se expropian sin necesidad de violencia explícita. Se transforma el paisaje urbano, se invisibiliza la historia del barrio, se fuerza a la gente a irse, se rompen vínculos comunitarios, se sustituye lo local por lo globalizado. No se exige al extranjero que se adapte, se adapta el entorno a él.
Y todo esto no es espontáneo ni inocente. El Estado mexicano lo permite, lo promueve y lo normaliza. Se abren las puertas a la inversión extranjera en bienes raíces, se dan facilidades para el turismo de largo plazo, se protegen los intereses de los que vienen de fuera por encima de quienes ya viven aquí. Cuando hay reclamos, se minimizan, se tachan de “xenofobia” o “racismo inverso”, ignorando el racismo sistémico brutal que enfrentan los mexicanos en Estados Unidos y otras partes del mundo. Ignorando que aquí, quienes están siendo desplazados, son los de siempre: la clase trabajadora, los jóvenes, los barrios populares.
Esto no se soluciona odiando al extranjero. Pero tampoco se soluciona negando el problema. Lo que se necesita es regulación, justicia urbana, acceso digno a la vivienda, y una comprensión clara de que el derecho a habitar no debería depender del tamaño de tu cuenta bancaria ni del color de tu pasaporte. Porque viajar sí es hermoso. Pero habitar es un derecho. Y sin ese derecho, no hay justicia posible.
¿Por qué el resentimiento social hacia el extranjero?
El desprecio de los mexicanos hacia los extranjeros… El resentimiento no es sinónimo de ignorancia.
No es odio sin razón. Hay experiencias documentadas, y viralizadas, de extranjeros apropiándose de playas y espacios públicos, quejándose de la música, burlándose de la gente, expulsando a mexicanos de restaurantes porque hacen mucho ruido, quejándose de nuestra comida o exigiendo estándares de vida como si estuvieran en su país. No se trata de un turista común, sino de una clase de expatriado que se siente con derecho a imponer su cultura y exigir un entorno que le sea cómodo, incluso si eso implica desplazar al otro.
Y claro que hay resentimiento, porque los mexicanos sí son racializados, criminalizados y explotados cuando migran. Somos detenidos, encerrados en centros que parecen campos de concentración, obligados a vivir en condiciones inhumanas, donde nuestra pobreza no se ve con exotismo, sino con miedo. Que los gringos puedan venir acá sin visa, sin aprender español, sin enfrentar racismo, y encima subir los precios y desplazar a la gente, es una herida abierta.
Y sí, el resentimiento social es válido. No es odio gratuito. Es una respuesta humana a la desigualdad, a la falta de justicia, y al desprecio con el que se nos trata dentro y fuera del país.
Cómo se podría reducir el resentimiento
Si se quiere evitar ese resentimiento, hay que atacar sus causas, no sus síntomas.
Primero, el gobierno debe reconocer que sí hay un problema de gentrificación y turistificación, y dejar de minimizarlo o descalificar como “xenofobia”. Cuando miles de personas locales ya no pueden pagar una renta, cuando se ven desplazadas de sus propios barrios, cuando pierden acceso a servicios, a transporte, a espacios públicos, mientras que al mismo tiempo se reciben con alfombra roja a extranjeros que ganan en monedas fuertes, claro que se va a generar un resentimiento social. Y ese resentimiento no es irracional. Es profundamente político.
Después, el gobierno tendría que regular el acceso de extranjeros a la vivienda, al trabajo remoto y al uso del espacio urbano, comenzando por:
Regular estrictamente plataformas como Airbnb: limitar la cantidad de propiedades por usuario, prohibir su uso en zonas con alta demanda local de vivienda, exigir licencias y pago de impuestos equivalentes a hoteles, y sancionar el incumplimiento.
Establecer topes de renta basados en el salario mínimo local y no en el mercado especulativo internacional.
Cancelar permisos de residencia a quienes no cumplan con las normas migratorias o fiscales, especialmente a quienes lucran con propiedades sin integrarse ni contribuir socialmente.Implementar impuestos a quienes ganan en monedas extranjeras y viven en México como “nómadas digitales”, para que ese dinero se reinvierta en políticas públicas que beneficien a las comunidades locales.
Fortalecer el transporte público, el acceso a servicios, el urbanismo y los derechos laborales para mexicanos, no solo para zonas turísticas o zonas de inversión extranjera.Asegurar el derecho a la vivienda con políticas de vivienda pública accesible, créditos justos y prevención del desalojo arbitrario.
Crear espacios reales de participación ciudadana en la planeación urbana, para que los barrios no se transformen sin consultar a quienes los habitan.
Además, el gobierno debería asumir su responsabilidad educativa y cultural. Podría visibilizar el racismo estructural que enfrentan los mexicanos y latinos en el extranjero, mostrando que el resentimiento no es odio al otro, sino respuesta a un doble estándar histórico: nosotros somos migrantes ilegales, ellos son expatriados aventureros. Nosotros pedimos asilo y se nos encierra. Ellos rentan departamentos caros y se les aplaude.
La clave está en que no queremos odiar a nadie, pero tampoco podemos permitir que se nos desplace, se nos ignore y se nos use como fondo exótico para una vida de lujos importada. Si el gobierno realmente quiere evitar el desprecio hacia los gringos, tiene que proteger a su pueblo primero, y dejar de gobernar para el capital extranjero.
No se trata de cerrar fronteras ni odiar al extranjero. Se trata de crear condiciones justas para todos. Si la presencia de extranjeros no implicara exclusión, desigualdad ni desplazamiento, el resentimiento no existiría. Pero mientras los mexicanos no puedan vivir dignamente en su propio país y los extranjeros sí, entonces la rabia será inevitable. Y el gobierno lo sabe. Solo que no le conviene cambiarlo.
¿Por qué la gentrificación es un tema tan polémico?
Porque combina beneficios urbanos con costos sociales.
•Puede mejorar la infraestructura, hacer el barrio más seguro y revitalizar edificios históricos.
•Pero también expulsa a quienes han vivido ahí toda la vida y rompe redes de comunidad.
La gentrificación hoy es un problema que afecta más a la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey pero estoy seguro que como un virus contagiará al resto de las ciudades del país. Todavía estamos a tiempo de resolverla y seguir adelante con nuestra vida en verdaderas ciudades del Siglo XXI.
La transformación física del entorno (edificios restaurados, nuevas tipologías habitacionales, intervenciones de diseño urbano) suelen ser el primer indicador visible de un proceso gentrificador.



Bibliografía:
● Al Jazeera. (2022, 13 de diciembre). ‘You’re not welcome’: Mexico City residents decry Airbnb. https://www.aljazeera.com/economy/2022/12/13/youre-not-welcome-mexico-city-residents-decry-airbnb
● El País. (2024, 3 de octubre). El Congreso de Ciudad de México aprueba limitar la renta de un Airbnb por más de seis meses al año. https://elpais.com/mexico/2024-10-03/el-congreso-de-ciudad-de-mexico-aprueba-limitar-la-renta-de-un-airbnb-por-mas-de-seis-meses-al-ano.html
● Excélsior. (2023, 9 de agosto). Airbnb acapara 20 mil espacios; tiene crecimiento acelerado en CDMX. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/airbnb-acapara-20-mil-espacios-tiene-crecimiento-acelerado-en-cdmx/1572486
● VICE. (s.f.). Is Airbnb ruining Mexico City for locals? https://www.vice.com/en/article/mexico-city-airbnb/
● Reddit. (2025). Everything we associate with gentrification is created by .... https://www.reddit.com/r/MexicoCity/comments/1lz0icd/everything_we_associate_with_gentrification_is/












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